Extensión y Transferencia

La Extensión universitaria, entendida como una herramienta para el cumplimiento de la función social de la Universidad, debe construirse sobre un diálogo transformador, participativo y dialógico, que permita reconceptualizar el sentido del “compromiso social” universitario sobre la base de repensar las prácticas concretas de acción e intervención socio-institucional. En este sentido,

“Las universidades a través de la extensión, deben contribuir al contacto reflexivo con la realidad, seguida del compromiso para transformarla. Adquirir una conciencia crítica implica asumir determinados valores y los valores que no se traducen en hábitos y actitudes, no pasan de ser buenas intenciones.” (Serna, 2007:5).

Actualmente, resulta imperante comprender la potencialidad educativa de la extensión como proceso, y que ésta debe retroalimentarse de las diferentes funciones que la universidad comprende, desde un abordaje interclaustros, con una mirada extra muros y participativa, y fundamentalmente con un enfoque epistémico interdisciplinar que permita dar cuenta de la complejidad de las problemáticas sociales de Nuestra América y nuestro tiempo.

Aportando a este debate, Chacín, González & Torres plantean que,

“(…) la función de extensión debe pensarse como un mecanismo de respuesta que permita la articulación con las otras dos funciones [docencia e investigación]; que debe orientar su acción a la solución de problemas del entorno social, educativo y cultural; que debe incorporar en sus actividades a toda la comunidad académica, y que debe crear mecanismos de comunicación e integración intra y extramuros. En tal sentido, la extensión universitaria representa una posibilidad real para la generación de nuevos conocimientos al enriquecer las actividades de docentes y estudiantes, permitiéndoles abordar de manera más integral y eficiente los problemas, poniendo en evidencia nuevos ámbitos de trabajo e investigación al develar nuevas necesidades, carencias y fortalezas de la realidad en la cual se inserta, permitiendo validar en el campo los resultados tanto de la experiencia docente como de la acción investigativa”. (Chacín y cols., 2007: 220 cursiva en el original).

El rol de los estudiantes resulta fundamental para el desarrollo exitoso de la extensión desde este enfoque. Su papel al interior de la vida universitaria, en tanto que agente dinamizador y catalizador de las transformaciones que aparecen como necesarias para avanzar en el fortalecimiento de misión/función social de la Universidad, exige fomentar el proceso de curricularización de la extensión.

En un mismo sentido, la apuesta al trabajo transdisciplinario desde la perspectiva de la “ecología de saberes”, donde exista un “reconocimiento de la pluralidad de conocimientos heterogéneos (uno de ellos es la ciencia moderna) y en las interconexiones continuas y dinámicas entre ellos sin comprometer su autonomía” (de Sousa Santos, 2010, pág. 49), constituye otros de los elementos fundantes de la práctica extensionista.

La construcción de estrategias institucionales que aborden integralmente la complejidad de la cuestión social constituye la clave para asumir el cumplimiento de la función social de la universidad, y a su vez, el punto de partida para transformar la cultura y la práctica académica, habilitando otros saberes, otros sujetos, otros territorios y otras metodologías de construcción de conocimiento. En este sentido, la existencia de políticas de gestión institucional que refuercen la integralidad de las funciones universitarias, la vinculación, el intercambio y la co-producción sintetizaría una nueva comprensión del sentido de la extensión, construido al calor de las necesidades de nuestro tiempo y nuestra sociedad.

“Entonces, la universidad será, a la medida de sus posibilidades, una conciencia que no sólo critica, sino actúa; tiene intenciones pero las vuelve actitudes; es solidaria pero lejos de postura protagónicas, acompaña a las personas y grupos humanos en la búsqueda de las respuestas a sus problemas específicos; acude en ayuda de los que sufren abandono o injusticia; comparte sus conocimientos sin importar condición económica, filiación política o creencia religiosa.” (Serna, 2007: 5 y 6).

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