Por Soledad Deza. Abogada feminista argentina y profesora de Feminismo Jurídico en la Facultad de Derecho y Cs. Sociales de la UNT, reconocida por liderar la defensa de Belén. Fundadora de la organización Mujeres x Mujeres.
Abortar en Argentina es un derecho desde hace más de un siglo cuando el embarazo es riesgoso o forzado, pero decidir interrumpirlo sin dar ninguna explicación sólo es posible desde hace 5 años en que se sancionó la Ley 27.610.
Decidir abortar sin la amenaza de cárcel en el horizonte, implica una valiosa opción democrática. Poder hacerlo, dependerá de las oportunidades y del contexto.
La autonomía como manifestación de decisiones libres, se compone de opciones y oportunidades. Dentro de las opciones se ubican los distintos cursos de acción moralmente relevantes para cada persona. En el grupo de las oportunidades se computan las políticas públicas orientadas a incrementar las opciones volviéndolas, entre otras cosas, visibles y accesibles. A mayor cantidad de oportunidades, mayor cantidad también de opciones porque sabido es que muchas decisiones no son identificadas como tales por sus protagonistas, simplemente porque no ha existido oportunidad de vivenciarlas como plausibles.
La ley 27.610 es en sí misma una oportunidad. Si bien el aborto en la vida de las personas con útero existió siempre, la legalidad que volvió al Estado garante la prestación redujo las desigualdades estructurales de acceso.
Tener derecho a decidir es una opción, pero ¿cuál es la textura de esa elección si el tratamiento farmacológico no está al alcance efectivo y cuesta en farmacias más del 50% de un salario mínimo? “Legal sí, gratuito no” decían algunos en el Congreso, los mismos que hoy abdican la rectoría de las políticas públicas. Vieja estrategia liberal aquella de crear opciones sin oportunidades. Vieja estrategia conservadora la de configurar un mapa cruel donde niñas y mujeres deambulan por Hospitales mendigando, como limosna, un aborto imposible de pagar.
La retórica del “asesinato agravado por el vínculo” en las narrativas libertarias pone en duda el sentido común del derecho a decidir y distorsiona las opciones reproductivas según el capital simbólico de cada persona. A menor información, mayor confusión. A mayor confusión, menor elección. Por eso la educación sexual integral como vector clave de incremento de las oportunidades, aumenta exponencialmente también las opciones.
El feto de cartapesta que flotaba en las marchas quizás no esté hoy visible, pero el fantasma de ese niño imaginario que no puede llegar a ser por culpa del aborto convive solapadamente con la diatriba libertaria sobre la baja de la natalidad y convierte a las mujeres en odiadas figuras productoras de daño ya no sólo individual, también colectivo. Supervisar la objeción de conciencia desgobernada es una obligación estatal para evitar que, quienes encarnan muchas veces la única oportunidad de autonomía para las usuarias, terminen aniquilando sus opciones.
La fantasía de un futurismo reproductivo para asegurar un supuesto “nosotros homogéneo”, dice Penélope Deutscher, exige la demonización de los cuerpos que obstaculizan la reproducción indiscriminada de la fuerza de trabajo y la promesa de florecimiento nacional. En momentos en que el desabastecimiento de recursos es una decisión estatal y el acceso a la salud supura desigualdad, las oportunidades que el Estado no genera son sostenidas por redes feministas que custodian que la muerte por abortos inseguros y el embarazo forzado no sean una opción.
Las niñas madres torturadas, las mujeres entrampadas penalmente por emergencias obstétricas y las pacientes juzgadas por decidir abortar nos negamos desde hace años a reproducir acríticamente el cuerpo social porque ese “nosotros homogéneo” de la razón reproductiva es falso si nuestra soberanía sexual no cabe en los destinos de la patria.
Reproducción y sexualidad no son hoy un binomio inescindible. La esperanza de que la democracia incluya el deseo de existir al margen de la tarea de gestar y parir ha teñido de verde campaña las últimas décadas hasta romper las cadenas del mandato de maternidad obligatorio.
La historia de “Belén” emociona en todo el mundo porque nos recordó que las injusticias que rodean el aborto se expresan en el cuerpo de las mujeres, pero afectan profundamente a toda la sociedad. Hoy es un día para recordarlo, tomar aire, batir nuestro pañuelo y brindar porque en Argentina, abortar es un derecho.